… Pesadamente arrastrando todas sus madrugadas solas, llegó cuadro a cuadro hasta la azotea, dejó a un lado del tendedero su pesada carga; Recuerdos, esperanzas, ansias y sinsabores…
Con paso firme, pero lento se dirigió al lavadero, una inmensa sed atormentaba su garganta con garra afilada. Cuchareó con sus manos y se dispuso a beber un poco de ese líquido con leve aroma de jabón Tepeyac, En ese momento, sus enrojecidos ojos se detuvieron en la imagen reflejada en la pileta…
Quien era esa persona de rostro arrugado, cabellos blancos y mirada cansada… No se reconoció. Qué pasó con la imagen florida del guerrero eterno, valiente, contracultural… A donde se fue su sonrisa valiente y retadora… Porque no estaba ese corazón colorado palpitando conceptos y declarando la guerra al desamor…
Como un torbellino de polvo, como una descarga de la plancha, como violenta tu mente el agresivo ritmo de la cumbia lejana, como el silbar de las alas de paloma, un rayo le partió su realidad.
Los años lo golpearon en la cara sin misericordia. Una trémula gota de agua empaño su visión y se acordó de todo, pero en especial de ella. El murmullo de una tele lejana acompaño su segunda lágrima….
Un gato maulló en la distancia, mientras la noche se devoraba, trago a trago, su propia negrura… Solo quedo el silencio, rebotando entre trapos y humedades con leve aroma de Pinol…
Jose Luis Mendoza Aubert
