Abrazó a sus amadas letras y emocionado les entregó la consigna.
¡Vayan al mundo y a todos los universos!
¡Encuéntrenla!
Llévenle esta pequeña llama,
Ella sabrá dónde ponerla y como cuidarla.
Saltarinas y conmovidas salieron del confort del corazón del bardo
y se perdieron en el éter….
El poeta se tendió a soñar sobre sus últimos suspiros,
justo detrás del tinaco.
Se arropó de esperanza,
la antártica noche se quedó afuera.
Su razón y sentimiento ardían como tremenda centella
puntuales, precisas, en medio de su pecho.
Con los ojos cerrados observó su propia esencia.
En su profundo interior esa braza, terca y tenaz, creció.
Luz delicada y sensible
inundó con un suave murmullo todos sus rincones.
Sutilmente se entregó a la melodía de su anhelo.
Un delicado aroma a Pinol inundó la azotea.
José Luis Mendoza Aubert
¡Vayan al mundo y a todos los universos!
¡Encuéntrenla!
Llévenle esta pequeña llama,
Ella sabrá dónde ponerla y como cuidarla.
Saltarinas y conmovidas salieron del confort del corazón del bardo
y se perdieron en el éter….
El poeta se tendió a soñar sobre sus últimos suspiros,
justo detrás del tinaco.
Se arropó de esperanza,
la antártica noche se quedó afuera.
Su razón y sentimiento ardían como tremenda centella
puntuales, precisas, en medio de su pecho.
Con los ojos cerrados observó su propia esencia.
En su profundo interior esa braza, terca y tenaz, creció.
Luz delicada y sensible
inundó con un suave murmullo todos sus rincones.
Sutilmente se entregó a la melodía de su anhelo.
Un delicado aroma a Pinol inundó la azotea.
José Luis Mendoza Aubert
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